lunes, 30 de mayo de 2011

cruel circo romano

Son inmunes a esos gritos plañideros. Nadie los escucha, solo el verdugo de su triste agonía...
Lo siento desde mi ventana; su dolor, su hambre, su miseria...
Tan pequeño, tan indefenso he inocente, pero el mundo ya lo escupió hacia el circo de la crueldad. Y yo aquí, desde lo alto de mi morada, espectadora muda de la agonía de un inocente.

Siento su llanto como el mío, sus ojos quemándome las entrañas, su vida apagándose en las horas nocturnas del nuevo día.
Soy una cobarde. En mi búsqueda de salvación propia lo dejo solo y desesperado, no le aferro la mano, no lo sostengo en mis brazos.
Que impotencia la mía! mientras la cálida seguridad rodea mi cuerpo, allá abajo, como un niño, como un ser débil y asustado, vive el horror pidiendo a gritos la ayuda que no llega.

Y sigo mi camino, poco a poco me voy haciendo inmune a sus ruegos.
El llanto poco a poco cesa, ya no se oye el suplicio...solo algún lejano maullido que anuncia la partida de quien se ha ido.

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