Sola otra vez en el
sillón vacío. Observando el ocaso infinito.
Disfrutando el sabor de
la melancolía.
Sonriendo a las
lágrimas que caen de un rostro seco.
Escuchando ahora esa música
mortuoria que tanto le agrada.
Vuelve a mirarse,
vuelve a recordar los días de colores negros de un tormento lejano.
Vuelve a recorrer esa
habitación vacía a la que sucumbió como demente al saberla perdida para siempre.
Una vez más los
recuerdos vuelven y el grito ahogado resurge…
vivirá muerta en vida
Tanto fue su dolor, tan
grande el cuchillo que desgarraba sus entrañas ¡no la volvería a ver jamás!
Sus súplicas cayeron en
el vacío del silencio.
¡Vuelve! ¡Regresa! ¡Toma
mi vida, yo no la quiero!
“Regresa por mi”…susurró agonizante.
Deseos negros como la hiel.
Plegarias infantiles
escuchadas por nadie.
Pronto fue la culpable
de todo. Pronto quedó vacía y rota para siempre.
Pronto la poca luz que
le quedaba se apagó.
Su dulce cara, su dulce
semblante de niña perdida murió.
No quedaba ya vestigio
de lo que alguna vez fue.
Mi dulce niña perdida,
mi dulce conciencia quebrada.
Me dijiste que me
amabas, me dijiste tantas cosas.
Y día a día el puñal se
fue enterrando cada vez más profundo en mi corazón.
Cada frase, cada
sonrisa, cada expresión…cada recuerdo de tu existencia…
Sí, te necesitaba y
necesito tanto…MADRE.
Y de pronto
comprendimos, así de golpe, la soledad que manaba de ese espacio vacío.
Te buscó, te busqué, te
buscamos bajo las sábanas gritando trastornadas tu partida.
Lo irrisorio de tu
muerte, lo espantoso de la vida, lo sola que quedé…
Si me dejaste como
castigo, merezco ya ser perdonada.
El castillo de dolor
debe ser derrumbado, ya no aguanta la niña tu ausencia.
Por favor, por favor…por
favor…te necesito.
Pierdo mi orgullo y mi
valor cuando se trata de ti.
Creo que…creo que todavía deseo encontrarme contigo, el anhelo sigue ahí.
Nunca se irá completamente. Recuerdo tan vívidamente como esa niña lloraba y
moría por dentro a cada segundo, como rompía en sangre sus amarguras, como
deseaba la muerte por primera vez.
Recuerdo también el crimen de su conciencia azorándola día a día sin
descanso, y la recuerdo también a ella, pidiendo auxilio en silencio sin que
hasta el día de hoy sea escuchada.