miércoles, 4 de enero de 2012

Desolación

Quiebre en los espejos del mal
Puertas rotas a zancadas malditas
Negro fue el día de tus días
Perro el sufrimiento solitario

Romper contrastes bajo la dulce sonrisa del sarcasmo
Romper silencios bajo el dintel del ruido
Romper cadenas bajo el fuego del sacrificio
Sangre desperdiciada y decadente

Locura y muerte en cielos tiznados
Colores rojos, tensos, púrpuras y marchitos
Animales muertos, degollados y servidos
Veo el patíbulo esperando por su víctima

Malditas las horas del invierno sin final
Odiando lo que todos aman
Queriendo volar hacia las sombras de mi ataúd
Escribiendo con sangre mi lápida de cristal.

martes, 3 de enero de 2012

Esta vez escucho una melodía que me trae muchos recuerdos, mucha nostalgia y melancolía.
Melancolía por alguien que ya no está. Quiero decir tanto sobre aquella persona, pero no puedo porque las letras se me traban y la música fluye, fluye como el mar de sensaciones que tengo trabado en la garganta. Sé que esto se supera, lo supero, lo hago, pero no olvido. Debe ser de las pocas cosas que mantengo en la memoria, esa que me juega tantas malas pasadas.
Qué fría y triste está esta noche, fría, silenciosa…no sé, la atmósfera invita inevitablemente a los recuerdos guardados y dolorosos de un pasado feliz, una juventud de risas…quedé inevitablemente suspendida en el tiempo, como si estuviera en cuerpo y no en alma desde hace mucho. Me concentro y no me concentro, estoy y no estoy. Las palabras que sostengo no son las mías y mis pensamientos no son tales. Diría que soy falsa, pero no es así, lo que sucede es que estoy suspendida en un universo paralelo esperando que todo esto pase y vuelva a lo mismo de siempre, pero aún así, sé que no es posible tanta maravilla. Se ha ido mucha gente, demasiada para mi gusto. Me estoy haciendo cada vez más vieja y la cosa se pone peor, todo más gris, más negro y trato de sostener esa cara alegre de mente distraída que guarda quién sabe qué cosas, cosas que no le gusta compartir con nadie, menos con ella misma porque le asusta, y mucho.

Por Dios, esto de estar y no estar…
No sé, no sé si es el egoísmo el que habla por mí o es la pena, pero no puedo evitar llorar en mi corazón por ese tiempo tan añorado, tan precioso, tan feliz…siempre creí que vendrían tiempos mejores, pero no, no es así. Esa vez, ese lugar, esos instantes…casa segundo de aquellos momentos fueron los más felices y tranquilos. Ahora no, la tranquilidad, la paz, la armonía no están en ninguna parte. Por más que busco, no encuentro. Estoy inquieta, desasosegada, fatal la mayor parte del tiempo.
No creo que vengan tiempos en los que sea tan niña, tan infantil y contenta como antes. Mi pobre y querido Franco, no puedo evitar amargarme cuando pienso en ti. Me duele que no estés, me duele saber de tu familia y entorno y no estés presente. Hermano mío, hermano de mi corazón…por qué.
Me asusta experimentar algo de felicidad, un día antes de que te fueras, sentí una plenitud tan grande que desee nunca terminase y me asusté. Fue hermoso, mágico. Quisiera vivir siempre así, experimentar gozo muy de vez en cuando. Pero luego, como un maldito sarcasmo de la vida, te vas. Te vas así, tan fuertemente…por qué…

Y así, una vez más me despido de ti por medio de letras que no llegan a ninguna parte. Sabes, ya no queda nadie. Todos se han ido, como si tú terminaras un ciclo. Me quedé sola, acabada, vieja y cansada. Tan acabada que solo utilizo caretas para salir a la calle y enfrentarme al mundo. Soy la misma pero solo conmigo, no pretendo cambiar, pero para el resto soy otra…pretendo ser un fastidio para todos…y lo soy.

Tristeza, tristeza, tristeza
Melancolía, melancolía, melancolía
Nostalgia, nostalgia, nostalgia
Soledad, soledad, soledad
…pobreza de espíritu, jamás.
Esa vez no fue como todas, todavía recuerdo ese cálido resplandor plateado asomando por la única rendija de la habitación sin ventanas, no fue cuestión de minutos, sino, de segundos para que todo mundo se enterara. Había desaparecido. Completamente, ciegamente. Para siempre…nunca más se volvió a saber de aquella persona extraña, perdida, atolondrada que miraba con ojos perdidos en medio de una tormenta. Se extrañará esa sensación de desconsuelo palpitante en la casa, pero no podemos hacer nada. Desea la ausencia y ello tendrá. No podemos luchar contra deseos mayores de gente vieja de alma y joven de espíritu, tan joven tan absolutamente inocente que no permite la corrupción profanar la semilla de esperanza que aún conserva. Pobre, desaparecer no es más que el comienzo del final.