lunes, 23 de abril de 2012

Esa noche


Deseo llorar y que el fuego consuma tus miedos de volar
…siempre supimos que el final vendría, no lo quisiste aceptar. Qué más da, el tiempo se acaba y nosotros junto con él.

Rompamos el espejo de falsos reflejos ¿no sientes la sangre descender?
Es fuerte y duele, muchos tratar de mantener esas columnas erguidas.

Quiero morir pronto, algunas veces imagino calmar la desesperanza con solo cerrar los ojos y no abrirlos…

Esa noche surgió la oportunidad y caminé como sonámbula hacia el que creía mi destino.
Fue una noche agria y vacía…mientras caminaba, miles de recuerdos igual de agrios y vacíos cubrían mi cabeza como un manto. A cada paso sentía mis ojos anegados en llanto que no era capaz de detener, mis pies sangraban bajo un camino frío y pedregoso.
Recuerdo que mis miedos más grandes subieron como la espuma hacia mi garganta y lanzaron un grito de angustia hacia la luna que yacía inmóvil en el firmamento.

Mi vestido vaporoso, blanco y muy sencillo revoloteaba en la noche estrellada.
Dulce por un instante fue la quietud de la muerte y la deseé…apuré mis pasos hacia el infinito y cuando llegué mi corazón decidió por mí.

Lancé una plegaria a los cielos eternos en aquella oscuridad pasajera, la verdad, no recuerdos mis palabras, no recuerdo mis miedos ni mis sufrimientos…fue el estado de catarsis en el que me vi sumergida que hizo el trabajo por mí.

Pero ahí estuvo tu mano para detenerme con un puño y confinarme al eterno despertar del desasosiego. Creíste hacerme un bien. No es así como lo vi, te odié, te odié tan grandemente que preferí lanzarte hacia abajo al abismo con todo y tus buenas intenciones.

Pobre de mí y mi fallida liberación. Quedé como esclava de mis emociones, otra vez.
¡No sabes cómo maldije tu nombre! ¡Cómo desprecié tu existencia! ¡Cómo deseé tu muerte!
Y ahí estábamos, frente a frente, como dos completos desconocidos…tú me mirabas como si observaras el vacío, yo como si fueras el ser más despreciable del mundo.

Y terminó como se suponía.
Tú, con el rostro pétreo, cetrino, desencajado y yo…yo con tu sangre entre mis manos, ensuciando mi rostro y palpando tu dolor, convirtiéndome en tu asesina, una maldita muerta viva condenada a la existencia perentoria de quien ya no vive por vivir, sino, por respirar…
Con odio tomé el puñal, con odio lo fundí en tu alma y con odio acaricié tu rostro por última vez, pero con amor nacido de mis entrañas te lancé al precipicio y te dije adiós para siempre

En esta noche, donde la luna ilumina mi rostro, y mis fuerzas  dan un último consuelo, vengo a este doliente santuario para yacer contigo en nuestro lecho nupcial.

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