domingo, 12 de enero de 2014

Ciclo

Vida de mi vida, luz de mi oscuridad. Trazo que divides la noche del día.
Fuente de equilibrio que rodeas mi existencia.
Todo, nada. Vacío, espacio en el tiempo separado por ella. la eterna, la invencible.

Gritos de furia arrancados de oxidadas cadenas. Aquella luz al final del camino fue falsedad,  mil risas fueron oídas a coro. Todo fue un montaje.

¿Qué será de nuestras vidas sin tu arrullo y eternos cuidados, madre mía?
¿Qué será del camino trazado si mi propia conciencia yace agónica a mis pies?
No tengo, por primera vez, una respuesta sensata para esto. No la tengo, ¿sabes por qué? Porque yo también estoy muriendo y necesito desahogarme.  Necesito contarte lo que las palabras ni la razón pueden.

No he tenido nada, nada que equipare al monstruo que nos mira devorándonos día a día.
Eres maldita y cruel, una sabandija de míseros dientes corroídos de maldad. Eliges mal a tus víctimas, no sabes cuánto te desprecio. Eres horrible, ¡me oyes, horrible!

¡Por qué, por qué ese maldito empeño en dejarme sola!

Quítate de la luz, quiero mirar. Quítate de la luz, que no me permiten ver el sol más allá de esa ventana.
Diosa celeste, de mirada dulce y semblante sereno.

Es tan bella: Su sonrisa, su aliento, su jovialidad y esperanza...
Te envilece la tranquilidad de quien se cree pleno. Qué te cuesta dejarnos un poco más en la ignorancia de creernos invencibles...

No quiero llorar, no voy a llorar. La verdad es que no recuerdo cómo se hace. Lo mio es más profundo, más categórico, más mundano. No quiero infierno si es lo que pretendes.
No me quites mi sustento, ella lo es todo. No seas cruel, una vez más te lo pido. Deja que me queda con ella.
Me siento vieja sabes, las emociones me pesan, hieren y a veces condenan. Siempre al margen de todo, de todos. Alucinando con máscaras prestadas. Pendiente de soluciones ajenas. Libre de la sociedad que destruye, pero aún así marginada, detestada y aplastada por sus gestos y omisiones.
Pese a todo, pese al constante desprecio, la tengo a ella. Mi tesoro en esta tierra. A ella que le construyo un mundo de cristal para que no llore, no esté triste.
Porque una sonrisa de ella son para mil faroles en medio de la oscuridad. No los apagues, no me dejes a oscuras, existen veces en que tengo miedo de encontrarme conmigo en la nada.

He pagado con creces las culpas de otros, permíteme cargar solo con las propias. Déjame conciliar mis propios errores, pero una vez más te pido; Ten compasión, no deseo, quiero, puedo ni resisto pasar una vez más por ese sendero al que todos llaman muerte.


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