miércoles, 3 de octubre de 2012

Atardecer



Cerca, no muy lejos del medio día. Cuando cae el sol a pedazos, se ve tan lindo el horizonte. Se siente esa calidez escondida en los recodos del silencio. La tarde entibia sus pasos y el corazón de quien la observa.
Es el único momento del día en que agonizan los sentidos, los recuerdos fluyen, el silencio cae y la tristeza hace su trabajo.
Son tan lindas esas horas, tan lindas…quisiera pedir un deseo y es que fueran eternas.

La vida pasa lento, los minutos colman la estancia, la habitación se tiñe de un dorado especial y de pronto, poco a poco y casi sin quererlo, las risas escondidas en baúles se escapan. No las logro atrapar, se deslizan por los recodos de la casa, se burlan de mi impaciencia y amenazan con hacerse eco de mis recuerdos ¡cómo las odio! Detesto que me muestren un pasado muerto, delirante, anhelado.

No deseo el instante en que el día agoniza, no lo deseo porque gira una y otra y otra vez llenando cada día de dulce dorado, y cada noche de gélido negro. No, en verdad no deseo experimentar sentimientos provocados por agónicos y eternos instantes.

Y qué si hago mías las lágrimas del tiempo, qué si compenetro en su mortal desenlace, qué si me muestra el sucio dolor de alrededor… no es que importe demasiado, no importa nada, nada a nadie excepto a quien sufre.
Debo decir, debo admitir el deseo de catarsis esas tardes que bañan mis recuerdos. No pretendo cambiar lo que ya está hecho. De verdad que duelen las pérdidas, de verdad que duelen los momentos perdidos, horas desperdiciadas…sí, sí…es agonía la tinta del lápiz con el que escribo…y es que he querido decir todo este tiempo que siento tan feo aquí dentro, tan negro, amargo y miserable aquí dentro, que trato de expulsarlo de alguna manera. No comprender que es casi imposible induce a duda, al pesar, al abandono y a la antes desconocida soledad.

Ese maldito sentimiento me oprime demasiado el cuello, baila mi desgracia, canta mis llantos, aprieta aún más mis nudos. ¿Será que siento una familia perdida nuevamente? ¿Será que vuelvo a experimentar el abandono? ¿Vuelven a morir los inquilinos? ¡Por qué nadie me escucha!

¡Por qué simplemente no retrocedo al instante donde todo termina! 

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