viernes, 19 de agosto de 2011

                                                          Luna lunática de manicomio

Esa luna misteriosa y atestada de nubarrones rojos, negros y violetas era la que me susurraba la otra noche. Fue simpático escucharla hablar, con esa voz tan rasposa y aletargada que me estuvo haciendo cosquillas. “Eres una idiota si piensas quedarte observando las vidas ajenas”…qué cosa más curiosa, simplemente no logro descifrar el significado de esas palabras.

Será que pequeña y triste es la vida, como para desear esconder la cabeza dentro de un agujero. Mientras el tic-tac del reloj avanza despiadado frente a mis narices…pero no, de eso no se trataba el mensaje. En todo caso, si me está llamando entrometida, déjeme decirle que usted, señora, no lo hace nada de mal observándolo todo desde allá arriba, en lo alto. Fíjese madame Luna, que usted acostumbra observar todo lo que se mueva, sino, compruébelo por si misma. Ha ganado una fama de espía que ya se la quisiera la Mata-hari.

Si supiera la pobre que las estrellas la aborrecen, se burlan de ella a sus expensas “que si está gorda, o si ya empezó con la dieta, esa que le dura unos días para volver a ponerse redonda como pelota” la pobre está tan vieja y desgastada que no hace otra cosa (y no sirve para otra) que para meterse en asuntos que no le corresponden. Y la gente ingenua (sobre todo los que se creen enamorados) de acá abajo confesándole todo…si supieran los muy ilusos que la Luna lo único que hace es burlarse de ellos, pero conmigo no va a poder ¡no! Porque no pienso ceder ante sus caprichos… hay que huir de ella y sus enredos, cada vez que se pose sobre nuestras cabezas, desaparecer. Sino, pregúntele al Sol.

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